lunes, 6 de abril de 2015

NADA DE CASUALIDADES

Después de una larga sucesión de imprevistos, llego por fin al lugar que el destino me tenía preparado.
Ni Roque me esperaba, ni yo sabía que iba a terminar en el Rancho Prado, en el parque nacional Cajas de Ecuador. De hecho creía inocentemente que me dirigía a Cuenca.
En la entrada de una austera casa me recibe una cascada que desemboca en 5 lagos que se van escalonado, a pasitos no más de la puerta, de donde sacan truchas como de una pecera. Meten el "medio mundo" y salen de a 50, las eligen y en ese mismo momento las cocinan a pedido de la gente que llega al comedor que tiene Roque con sus hijos.
En su inmenso terreno hay muchísimas cascadas y lagos entreverados entre las montañas de la parte más alta de la zona. Lleva horas recorrer todas las hectáreas heredadas de su familia.
Si pienso que hasta hace menos de un año mi sueño era caminar por encima de las nubes, tendría que pellizcarme el brazo a cada rato, por que estoy tan cerca del cielo que son como algodones de azúcar que van y vienen estancandose en las irregularidades del terreno. Y haciendo que el indeciso clima mute de lluvia y neblina a sol, aunque siempre mucho frío. Pero por suerte me toca dormir en lo que de día funciona de comedor y donde esta la estufa leña, mi debilidad desde siempre, así que paso el rato entre guitarreadas y folclore, sentada casi encima de las brasas, con ese masoquismo que me encanta y me hace ir rotando cuál churrasco para no asarme  las cachas.

Jorge y Wilson me preguntan si creo en Dios. Que momento! Han sido tan buenos conmigo que no quiero ofenderlos con una respuesta. Y los aprecio tanto que no puedo ser hipócrita.
Contesto con un NO seco. Con cara de nada, con tono a nada.
Con liviandad empiezan a hablarme de su Dios. No tienen religion, solo leen la biblia. Hablan de una manera tan libre y sentida, desde el corazón, que no me siento juzgada. De verdad viven lo que cuentan, sienten lo que cuentan. Y yo siento que hablamos el mismo idioma.
Jorge tiene 18 años y Wilson 19. Los 2 viven en Cuenca. A pesar de la diferencia de edad, de cultura y de creencia, hablamos el mismo idioma. Ellos le dicen Dios. Yo no le tengo un nombre, a veces cosmos, a veces destino, karma... pero ellos son, a su edad y sin moverse de su ciudad, lo que yo salí a buscar a la ruta hace un año. Son todo amor, alegría, risas constantes.
Hablamos de perfección de la naturaleza, de esa mágia que te guía y te protege si actuas bien, de que nada de lo que pasa es mala suerte sino parte del destino, y lo malo lo provocamos nosotros, de ser agradecidos siempre, y de pedir solo con el corazón.
Fe y escepticismo mediante, encuentro mucho en común con ellos. Y son de esos que me dejan ejemplo y enseñanzas para la vida.

Pasaron 10 días y me despido con el calor de la fogata en el alma, y con el sabor de la trucha en el corazón. Siento que estoy viviendo despierta mi sueño.

https://m.facebook.com/ranchohnosprado



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