jueves, 9 de abril de 2015

CUENCA, Patrimonio ecléctico de la humanidad.

Sabran filtrar la subjetividad de mi opinión ya que no me gusta persuadir a otros viajeros. Yo siempre escucho, retengo y visito los lugares de los que me cuentan buenas impresiones, pero descarto lo negativo y lo borro de mi memoria como si no lo hubiera escuchado. De la misma manera sólo reproduzco mis buenas experiencias.
Estoy sin duda, de las ciudades que conozco, en la más hermosa!

Cuenca está incrustada entre montañas, en un lugar que Tupac Inca Yupanqui consideró estratégico por la ubicación de la luna, el sol y los picos que se observan, formando constelaciones.
Se puede mirar al horizonte en todas las direcciones y se ven montañas verdes que esconden las cimas entre las nubes.
Mirar hacia arriba es increíble, los cielos de Cuenca mezclan todos los colores de la paleta fría. Oscurisimas nubes contrastan con otras blanquisimas por el sol que casi no se asoma, y manchas de cielo celestisimo.
Y mirar hacia abajo también es increíble. A Cuenca la atraviesan 4 ríos pequeñitos, pero correntosos, transparentes y muy empedrados. Uno de esos ríos separa drásticamente la ciudad moderna, ordenada y agradable a la vista con una arquitectura de diseño novedoso. Al otro lado la parte antigua en donde se mantienen excelentes los empedrados las calles, las paredes de adobe, los tejados bajitos y las puertas y ventanas despintados por el tiempo convierten en postales cada esquina.
Parte de lo que hace a este testimonio colonial contemporáneo son las cholas con sus polleras de pana bajo la rodilla, las camisas y sacos bordados de colores y los sombreros de paja toquilla tradicionales que caminan por la ciudad a pasitos cortitos y apurados con sus zapatos chatos, vendiendo los productos que cosechan o elaboran.
Conectando estos 2 mundos, cantidad de puentes que le dan un aire de fábula a las caminatas. Viviendo acá uno se puede olvidar que esta en una de las 3 ciudades más grandes de Ecuador, caminando poquitas cuadras y perdiendose en el sonido del agua, la sombra de los árboles y el acolchado pastito.
Otro de los ríos se convierte de día en una lavandería natural. Se pueden ver cantidad de familias golpeando montañas de ropa contra las piedras o cepillado con fuerza. Otros grupos comparten el río pelando maíz o ajo con las manos en grandes mesas o metiendo las botas de caucho en recipientes grandes como si hicieran vino patero.
Pero una sociedad aún anterior al colonialismo, que no sobrevivió para convivir en la actualiad en la ecléctica ciudad, dejó sus vestigios. En el corazón mismo de Cuenca se encuentran varias ruinas incas y preincas. Pumapungo es la más grande y, si bien esta bastante reconstruida, se puede pasear por los restos de las murallas que fueron casas de Tupac Yupanqui y Wayna Capak, y lagos o cultivos modernos, una pajarera enorme en la que se ven y escuchan pájaros de la zona quejándose del encierro en lo que supone recrear su microclima natural en un minúsculo espacio para sus alas. Además un completísimo museo con muestras itinerantes y un piso permanente que te transporta a los muchos mundos étnicos que conviven en este pequeñísimo pero muy diverso pais que respeta sus culturas originarias a pesar de la inevitable intromisión de la globalización.
Venir a Cuenca hace inútil del tiempo. Subiendo al mirador de Turi se puede ver la gran ciudad en la que convive todo en un mismo lugar al mismo momento.

Me fascina perderme en los mercados. Un poco por la extrañeza de no tenerlos en nuestro pais, otro poco por convivir con lo cotidiano de la gente, sus rutinas diarias, comidas populares, productos típicos. Cuenca tiene mercados espectaculares de puestos decorados con afiches de Correa y gente super amable como en todo el país . Y así uno de los espectáculos más raros que vi en un mercado no podía suceder en otro lado... de los típicos hierveros que se ven desde Perú, acá hay además un consultorio mágico montado en el centro del edificio. Con sus paños tendidos en el piso lleno de yuyos y sobre unas banquetitas de platico atienden las cholas. Una tiene en sus faldas sentado un niño y le sacude diferentes ramas por la cabeza. Otra mete la mano por debajo de la falda y (quiero creer, por que no se ve) sacude mas ramas por la entrepierna de otra cholita. Parece ser muy efectivo por que todas las veces que pase nunca vi desocupadas a las curanderas, incluso se forma una virtual sala de espera al rededor, de gente observando atenta y esperando su turno.

Sentada en la plaza pasa la vendedora de espumilla. Es un gran merengue mitad blanco, mitad rosa que se hace de clara de huevo y guayaba, y al cual se le incrustar boca abajo conitos de helado. Se ponen sobre una bandeja que la chica lleva en la cabeza como si estuviera estudiando modelaje. Parece no incomodarle demasiado por que se queda hablando con el heladero rato largo sin bajarla, con la canasta en un brazo y el caballete en el otro. La verdad me desilusiona bastante el sabor, pero era imposible resistirme a probarla después de admirable espectáculo.

A la vez tiene una agenda cultural ocupadisima de recitales, exposiciones, teatro, cine y una muestra de grafitis callejeros excelentes por toda la ciudad.

lunes, 6 de abril de 2015

LAS OLAS QUE BAJAN NUBES

A la cabeza le cuesta despedirse.
O al corazón?
No! Es la piel!
Escupo al subconsciente, y se burla.
No alcanzó la valentía 
para un adiós que no fue.

Cuánto tiempo mas tiene que pasar?! 
Solo pude darte tiempo,
solo supe darte días.
Y sigo dedicándote inútiles dias, 
cuatro y cientos de días después.

Basta de distraerme, de confundirme
arrastrada serpiente.
Subir al faro,
a evocar los ojos del águila.

"Los buenos amigos son como faros 
en tierras desconocidas" me dijeron.
Ahí también encontrar la altura que despierta.

Y EN LA SOLEDAD MIRAR HACIA ADENTRO

Cuidado con lo que deseas,
prepárate por que el universo conspira.
Y lo que crees que eres
se chocará con lo que sos.
Y no podrás más cerrar los ojos.
Ya hiciste tuya la responsabilidad de definirte.

Salí a conocer a Florencia decías. 
Pero curar la ceguera
sólo sirve levantando la mirada

Dispersa la neblina de la mañana,
disfrutas la claridad del mediodía.
Pero la noche llega después de caminarla. 
Todo se oscurece y ataca la maldita ansiedad.
La luz esta en el fuego enfrente de los ojos
y el calor del agua que te hace verla.

Y esperar, que en un rato amanece,
como todos los días...

NADA DE CASUALIDADES

Después de una larga sucesión de imprevistos, llego por fin al lugar que el destino me tenía preparado.
Ni Roque me esperaba, ni yo sabía que iba a terminar en el Rancho Prado, en el parque nacional Cajas de Ecuador. De hecho creía inocentemente que me dirigía a Cuenca.
En la entrada de una austera casa me recibe una cascada que desemboca en 5 lagos que se van escalonado, a pasitos no más de la puerta, de donde sacan truchas como de una pecera. Meten el "medio mundo" y salen de a 50, las eligen y en ese mismo momento las cocinan a pedido de la gente que llega al comedor que tiene Roque con sus hijos.
En su inmenso terreno hay muchísimas cascadas y lagos entreverados entre las montañas de la parte más alta de la zona. Lleva horas recorrer todas las hectáreas heredadas de su familia.
Si pienso que hasta hace menos de un año mi sueño era caminar por encima de las nubes, tendría que pellizcarme el brazo a cada rato, por que estoy tan cerca del cielo que son como algodones de azúcar que van y vienen estancandose en las irregularidades del terreno. Y haciendo que el indeciso clima mute de lluvia y neblina a sol, aunque siempre mucho frío. Pero por suerte me toca dormir en lo que de día funciona de comedor y donde esta la estufa leña, mi debilidad desde siempre, así que paso el rato entre guitarreadas y folclore, sentada casi encima de las brasas, con ese masoquismo que me encanta y me hace ir rotando cuál churrasco para no asarme  las cachas.

Jorge y Wilson me preguntan si creo en Dios. Que momento! Han sido tan buenos conmigo que no quiero ofenderlos con una respuesta. Y los aprecio tanto que no puedo ser hipócrita.
Contesto con un NO seco. Con cara de nada, con tono a nada.
Con liviandad empiezan a hablarme de su Dios. No tienen religion, solo leen la biblia. Hablan de una manera tan libre y sentida, desde el corazón, que no me siento juzgada. De verdad viven lo que cuentan, sienten lo que cuentan. Y yo siento que hablamos el mismo idioma.
Jorge tiene 18 años y Wilson 19. Los 2 viven en Cuenca. A pesar de la diferencia de edad, de cultura y de creencia, hablamos el mismo idioma. Ellos le dicen Dios. Yo no le tengo un nombre, a veces cosmos, a veces destino, karma... pero ellos son, a su edad y sin moverse de su ciudad, lo que yo salí a buscar a la ruta hace un año. Son todo amor, alegría, risas constantes.
Hablamos de perfección de la naturaleza, de esa mágia que te guía y te protege si actuas bien, de que nada de lo que pasa es mala suerte sino parte del destino, y lo malo lo provocamos nosotros, de ser agradecidos siempre, y de pedir solo con el corazón.
Fe y escepticismo mediante, encuentro mucho en común con ellos. Y son de esos que me dejan ejemplo y enseñanzas para la vida.

Pasaron 10 días y me despido con el calor de la fogata en el alma, y con el sabor de la trucha en el corazón. Siento que estoy viviendo despierta mi sueño.

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